El 11-S y el deporte: créalo, Osama era hincha del Arsenal.
ENRIQUE VERA
Redacción Online
EL ARSENAL DE OSAMA. Cuando Osama Bin Laden tenía 16 años, aún no había gatillado su primer fusil, pero ya era el mejor “cazador” de su localidad. En Hazzjed, Arabia, las únicas “bombardas” de los que estaba premunido, entonces, salían de sus pies y el campo de acción en que trajinaba, o despedía sus “balas”, apenas encajaba en un cuadrante de 16 metros de ancho por 5 de largo, con invariable destino de red. Ciertamente, era ya un “artillero temible”, un veloz truhán que no daba tregua e infundaba peligro… un ejecutor letal. Aquel lozano Osama no conocía a fondo de religiones o ínfulas fundamentalistas; su fanatismo solo apuntaba al fútbol. Y aunque temprano había heredado más de 80 millones de dólares de su padre, el uso de aquello todavía no era su prioridad. Daba la talla: su 1,95 mts. lo hizo un centrodelantero infalible en bolas aéreas y hábil rematador de voleas jugando los torneos de la Universidad Rey Abdul Aziz. Lejanísimo de convertirse en el sanguinario cerebro de uno de los ataques más deleznables y masivos en la historia, el Bin Laden futbolero fue, incluso, humano. En un reportaje sobre la vida del ex líder de Al Qaeda, uno de sus amigos de juventud recordó que durante los partidos que compartía con él, siempre después de la mezquita, este destacaba también por su tino para controlar cualquier conato de enfrentamiento. Por irónico que suene, hubo un tiempo en que Osama fue justiciero y proclamó paz.
Pero la relación de Bin Laden y el fútbol tiene su punto de inflexión en 1994. Londres fue el epicentro. Ahí relajaba sus tediosas transacciones a fin de adquirir armas para su grupo guerrillero, mirando los partidos de la Premier League, primero por TV y luego en butaca propia, bajo el luminoso marcador de resultados del Highbury Park Stadium, antiguo estadio del Arsenal FC. Había quedado sorprendido con el juego de ‘los gunners’ y en poco tiempo se hizo un hincha a ultranza. Incluso, estuvo a punto de comprar el club de sus amores pero tuvo que huir a Sudan, luego de que el gobierno saudí lo sindicara como subversivo. Tras el atentado a las Torres Gemelas, la directiva del club inglés trató de desligarse de la figura de Osama, y se reservó el derecho de admisión a su nuevo estadio, el Emirates Stadium. Pero Bin Laden era ya una suerte de cábala para muchos hinchas del Arsenal y su nombre, casi hasta el día de su muerte, era coreado desde el mismo lugar donde el terrorista solía ubicarse: “Osama, wooo, Osama, wooo” era el cínico vitoreo ‘gunner’.