Sebastián Auyanet, enviado - 24.07.2011, 08:10 hs
Deportes - Copa América
Invasión uruguaya
El Observador viajó con los hinchas a Buenos Aires
Quizás los hinchas de otro país sean distintos. Quizás alguien de otra procedencia estaría pensando que esto debería ser una especie de éxodo positivo, de cruzada reivindicativa de no se sabe muy bien qué. Hay quien incluso echaría la culpa a la madrugada congelada del viernes como para justificar que no haya cánticos y gritos enfervorizados más allá del momento en que la voz de la terminal de Buquebus de Colonia anuncia el embarque del eterno (en años y en horas de trayecto) Eladia Isabel. Quizás sea algo de todo eso o nada, porque lo más evidente es que los uruguayos que el viernes comenzaron lo que será una gran cruzada hacia Buenos Aires parecían disfrutar más del momento que de otra cosa, probablemente guardando estrés, garganta y nervios para cuando a la hora del partido estén en la general, la Sívori, la platea o cualquier otro punto del Monumental.Esto no quiere decir precisamente que este grupo de hinchas vaya de paseo a Buenos Aires. Es seguro que Carlos no estaría dispuesto a recorrer los kilómetros que hizo desde Artigas hasta la terminal de Colonia solo por “ver la final”. Nada de eso. Pero también Carlos está lejos de ese triunfalismo que daría mala espina a los más cabalistas, que haría pensar que ir a buscar la Copa América es un trámite. Porque no lo es, y él dice que lo tiene bien claro.“Poné que venimos acá a buscar la gloria, no a pasarla a buscar”, asegura. “Pero por una vez dejar de hacernos el punto no viene mal tampoco”, cierra.
Pero el uruguayo tampoco es neutro ni masomenista, como podría señalársele. “Los uruguayos son como los argentinos pero en unplugged”, dijo alguna vez el escritor argentino Rodrigo Fresán, y algo de eso es cierto. Pero lo de estos hinchas uruguayos no es agrande con perfil bajo. La intensidad se vive y se muestra de otra forma. Nadie está a los gritos ni arma lío, pero las remeras, buzos y gorros de la selección pasan por delante, por detrás, por todos lados. En las banderas que la gente lleva colgadas del cuello como capas de superhéroe, con las que desembarcarán en la capital argentina con cierto ánimo solapado de conquista. Cómo expresarlo con mayor claridad... Los primeros uruguayos en cruzar el Río de la Plata ni van a ver qué pasa, ni están seguros de lo que va a pasar, pero viajan tranquilos y seguros. Hay una buena vibra entre la gente que viaja que no contagia ansiedad ni exitismo.
Los hinchas uruguayos no compran entradas para la final por adelantado, antes de llegar. Simplemente, eso no se acostumbra. De ahí que muchos, muchísimos de los viajeros vayan ahora sin entrada, dispuestos a agotar las posibilidades en el microcentro argentino, o en la propia puerta del estadio. Así lo afirmaron 10 personas de un total aproximado de 20 consultadas por El Observador arriba del barco. “Yo voy a llegar y algo voy a encontrar. No me imagino viéndolo de afuera”, dice mientras Ariel, que lleva unos US$ 250 para intentarlo, y levanta su bandeja de desayuno. El barco está llegando y el grupo de hinchas que embanderó el buque entra en calor con cánticos cada vez más fuertes conforme se acerca a la manga del puerto. A la llegada, mientras todavía falta medio barco por vaciar, suenan distintos tipos de pirotecnia. En medio de la modorra mañanera del sábado algunos se sonríen y otros sueltan la última arenga. Tras eso y hacia el microcentro, por las calles de la ciudad desperdigan todas las banderas que bajaron del barco. A lo largo del día serán muchas más.